En defensa del doblaje: ¿Cuáles son sus necesidades y desafíos en 2021?
ADOMA, Sindicato de Artistas de Doblaje de Madrid, defiende la necesidad y el valor del doblaje en la actualidad, al tiempo que señala algunos de los más importantes desafíos que enfrenta el sector en esta tribuna.
Ya sea por la maldición de Babel o por la dispersión del Homo Sapiens sobre la faz de la tierra, el caso es que existen más de 7.000 idiomas en el mundo; idiomas en los que se crean novelas, ensayos, teatro… y películas. Obras de comunicación, de transmisión de ideas o de simple entretenimiento que solo podemos disfrutar si entendemos muchas lenguas o si las traducimos.
No conozco a ningún escritor que abomine de las traducciones de William Shakespeare o Agatha Christie, y las haga responsables de que el público no compre sus propios libros. No conozco a ningún actor que se haya negado a interpretar a Ibsen o a Chejov porque la función no fuera a representarse en noruego o en ruso. Y definitivamente, no conozco a ningún actor español que se queje porque le hayan doblado al inglés, italiano, alemán, francés o japonés y gracias a ello su trabajo sea conocido fuera de España… y cobre los derechos que justamente le corresponden.
El doblaje se “inventa” poco después de surgir el cine sonoro y a pesar de la extendida leyenda que se repite en continuos corta-pegas, no lo hace por razones políticas o nacionalistas o censoras sino por algo mucho más simple: dinero. Si la gente no entiende la película, no pasa por la taquilla. El cine mudo era universal, pero el nacimiento del sonoro en 1927, a la vez que acababa con la carrera de muchos artistas que tenían acentos “imposibles” o no sabían hablar, introdujo la necesidad de traducir los diálogos para que el público los disfrutara. Ver “Cantando bajo la lluvia” de Stanley Donen es una maravillosa forma de entender por qué existe el doblaje.
La necesidad de la crítica constructiva
Centrándonos en nuestro país, el doblaje comienza en 1931, se desarrolla durante la Segunda República, sufre la censura de la dictadura y primeros tiempos de la democracia como la sufren todas las manifestaciones culturales, y llega a nuestros días (y más allá) conviviendo en total armonía con las versiones originales, las subtituladas y las dobladas a idiomas de todo el mundo. El DVD primero, y las distintas plataformas después, nos han proporcionado la posibilidad de disfrutar de la obra cinematográfica como más nos guste, lo que debería acabar con el estéril “acoso y derribo” de los culturetas totalitarios.
Si hay algo que echamos de menos en el doblaje es la crítica constructiva. No todo el doblaje es bueno. Hay mucho producto que se hace a bajo precio, aprovechando la ausencia de convenios reguladores en varias autonomías (sólo la Comunidad de Madrid tiene vigente el que es su tercer convenio y esa falta de regulación trae consigo uno de los problemas que consideramos más graves en la actualidad y que, sorprendentemente, pasa bastante desapercibido: la desprofesionalización). Llevamos años, décadas, pidiendo que se incluya siempre la ficha que diga dónde y quiénes han realizado un trabajo. No buscamos una fama que, honestamente, corresponde al actor original (como el mérito de una novela corresponde a su autor, no a su traductor). Lo que queremos es que el espectador y el crítico vayan adquiriendo conciencia de qué doblajes son buenos y cuáles no lo son tanto y manifiesten su opinión.
Los artistas de doblaje amamos y respetamos el cine, y queremos que nuestro trabajo sea un reflejo de ese respeto. Queremos buenas traducciones para que la adaptación del diálogo sea fiel al original; queremos imágenes nítidas que nos permitan ven los ojos de los actores de la pantalla para “pegarnos” lo más posible a ellos; no necesitamos las voces engoladas o chillonas que imitan nuestros peores trabajos sino las de nuestros compañeros, actores y actrices, que quieran compaginar sus funciones de teatro o sus rodajes con unas cuantas horas de micrófono.
Todo en el cine es mentira; el doblaje es sólo un truco más (y no el mayor) para “engañar” al espectador y hacerle cómplice de una historia. Si esa historia está doblada, pero no piensas en ello, es que lo hemos hecho bien.
ADOMA
Sindicato de Artistas de Doblaje de Madrid
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