Cámaras DSLR, nueva vida para un clásico
Mientras que unos las ven como cosa de friquis, otros han encontrado en las DSLR una opción asequible que abre puertas a nuevos terrenos creativos. El fotógrafo Fernando Blanclo aporta su visión en esta Tribuna sobre el universo DSLR y su relación con el vídeo.
Nuestras vidas están íntimamente unidas el hecho fotográfico. La cámara es espejo de lo que hacemos, de lo que somos… No somos sujetos pasivos ante la fotografía, sino todo lo contrario. Todos tenemos una cámara, da igual el tipo, con la qué documentar lo que sucede a nuestro alrededor.
Las aparatosas cámaras de película que trajeron a nuestros padres tras algún viaje de novios a las Islas Canarias se han jubilado a favor de cámaras compactas que, a su vez, han sido sustituidas por las digitales de los teléfonos móviles.
El fenómeno digital ha tenido un efecto boomerang en la fotografía. Se dejó de comprar cámaras, de positivar copias, se banalizó y escapó en sus inicios del aparato comercial. Pero ese fenómeno de aprendizaje a gasto cero dio paso a una segunda época de oro para la fotografía. Ya no se iba a la tienda para revelar un carrete de 36 fotos: se portaba una tarjeta con cientos de ellas, y se empezaron a vender más y más cámaras. La tendencia era ir un paso más allá y ese paso condujo a las cámaras réflex digitales, las DSLR.
¿Pero qué son las cámaras réflex? Las réflex o SLR (Single Lens Réflex) son cámaras de objetivos intercambiables, tras los cuales, en el cuerpo de la cámara, se esconde un sistema de espejos que, a modo de periscopio, conducen la imagen hasta el visor en su parte posterior. Lo que se “”ve por el visor es lo que la cámara capta.
El sistema réflex, hasta hace más bien poco, ha sido considerado como un sistema para profesionales; su complejidad, aparatosidad y sobre todo su precio, lo hacían accesible a pocos, especialmente, a aquellos que se dedicaban al negocio de la imagen.
La fotografía es cada vez un arte más longevo y cierto tipo de cámaras van camino de ser centenarias; es el caso de las réflex, cuyos primeros modelos datan de 1933 con las Exakta alemanas. Pero no es hasta la década de los 60, durante la guerra del Vietnam, cuando el sistema réflex empieza a vivir su edad de oro, con una cámara japonesa, la Nikon F apodada “Hierro” por su resistencia.
El sistema Réflex durante décadas sufriría cambios menores, pequeñas mejoras, poco a poco se van tecnificando más: motores de avance, primeros sistemas de enfoque automático, para acabar con la inserción de circuitería y microprocesadores, pero usando película fotográfica de la misma forma que ya hacía 60 años antes.
En paralelo, desde los años 60, los investigadores trabajaban en la imagen digital, que tras numerosos prototipos, comenzaron a comercializar en la década de los 80. La Mavica de Sony o la Canon RC 701: la primera, aunque completamente operativa, no se llegó a vender, y la segunda, a unos 27000 dólares de la época, lo hizo con unas características muy limitadas. Por precio y características, el sistema réflex quedó desde sus inicios asociado al sector profesional de la fotografía, al periodístico para ser más preciso.
Kodak un histórico de la fotografía, el creador de la primera cámara para todos los públicos en 1888, inventó el Kodacrome, técnica definitiva en la fotografía a color, y también estaba desarrollando su propio sistema de fotografía digital, el DCS. A partir de 1987 Kodak empieza a hacer adaptaciones en equipos Nikon y Canon. Los primeros maletones unidos por cables a una réflex se transformaros en respaldos con empuñadura dotando a estas primeras DCS de una mayor manejabilidad.
En 1999 sale a la venta la primera réflex digital hecha enteramente por una fabricante de cámaras, la Nikon D1. Una cámara que pese a su precio, sus defectos de fabricación y su escasa resolución, se convirtió en la cámara de todas las redacciones de periódicos. En 2001, Canon hace lo propio con la EOS 1D y se colocará durante casi una década a la cabeza del desarrollo en tecnología digital.
En un primer momento, el sistema réflex digital DSLR, por su precio casi 7000 euros de la EOS 1D por ejemplo, fue pensado para el sector profesional. Poco a poco, con la producción en masa, la sustitución de los sensores CCD por los más económicos CMOS, la fotografía réflex digital se fue abaratando. Modelos más sencillos se fueron produciendo y el modelo de usuario de DSLR se fue abriendo hasta llegar al aficionado que, gastándose poco más de 300 Euros, podía adquirir un equipo con características superiores a esas Nikon D1 o Canon 1D.
Durante las últimas dos décadas de desarrollo réflex digital se ha trabajado duro para mejorar su características; como su precisión en el enfoque, el aumento de la calidad en la imagen a altas sensibilidades o su resolución, de los 2,7 megapíxeles hemos pasados a los ya más de 24 de la Sony Alpha 900.
Como en otros sectores industriales los avances obtenidos en sus gamas Pro, son posteriormente aplicados en las gamas inferiores pero, hace unos pocos años, esta tendencia se ha invertido y, por primera vez, una característica presente desde sus inicios en las cámaras digitales compactas se implementa en sus hermanas mayores: hablamos de la grabación de vídeo.
Vídeo en cámaras réflex, vídeo de alta resolución, ¿por qué? ¿para qué? ¿cómo?
Seguramente se añadió esta función respondiendo a un sencillo ¿por qué no? Pero lo cierto es que es una funcionalidad útil y ya usada regularmente en el sector profesional.
Pero no es oro todo lo que reluce. La cámara réflex ha conformado su diseño tras 80 años de historia, de uso y experiencia. La posición del visor, la empuñadura, sus mandos, y el objetivo con sus anillos de control de zoom y enfoque, están pensados para ser manejados de una manera y con un fin: hacer fotos.
Grabar vídeo con una réflex genera muchos problemas; al ver por la pantalla de tres puntos de apoyo pasamos a dos propiciando planos trepidados; el control del zoom y el enfoque son manuales (dos controles para una sola mano que además sirve para estabilizar el equipo). Al girar los diales para controlar la velocidad de obturación o el diafragma producen chasquidos en el audio. Tras un uso prolongado, el sensor se calienta provocando un exceso de ruido en la imagen y la detención del equipo cuando hay riesgo por altas temperaturas. Pero, sin duda, el peor de sus problemas es que, si fuera una cámara de vídeo, pagaría más impuestos y encarecería el producto, así que cuenta con una limitación importantísima para que, técnicamente no pueda ser considerada como tal. No puede grabar clips de más de 29 minutos y 59 segundos o 4 Gigabytes por archivo.
Estos problemas han propiciado que se cree toda una industria que surte de accesorios para convertir a una cámara de fotos que graba vídeo en una cámara de vídeo que no lo es. De esta forma si a una réflex, en su estructura compacta, la comparamos con una cámara de vídeo de características análogas, al añadir una estructura con contrapesos y soporte para hombro para propiciar estabilidad a la grabación y confort en su agarre, le añadimos visores con lupa para adosar a su pantalla trasera para controlar el plano mejor, engranajes en el objetivo para manejar el enfoque de una manera eficiente, parasoles cinematográficos, micrófonos y un largo etcétera de complementos modulares, la réflex pierde todas sus virtudes, que son también sus defectos.
Lo curioso de todo esto es que las marcas que han creado esas réflex con vídeo, que le han dotados de unas características profesionales, no se han molestado en dotarlas de accesorios que faciliten su uso y, visto lo visto, no hay solución sencilla. Si hacemos caso a la máxima de que “cada problema requiere su herramienta”, la DSLR es una herramienta que puede responde a unas necesidades muy concretas sin llegar a sustituir a toda la infraestructura audiovisual vigente. Resulta una buena alternativa como cámara de iniciación y cada vez más estudiantes se decantan por estos equipos para grabar sus primeros cortos.
Como segunda unidad, con una focal fija y planos estáticos para la grabación en sitios con poco espacio, será un complemento magnífico, tal y como prueba su uso en el último capítulo de la sexta temporada de Дом, o lo planos de la carreras en la película Ironman 2 o los de la más reciente Capitán América.
Como herramienta para el fotoperiodista que, además de tomar fotos de un acto, ha de grabar pequeños vídeos para publicar en su web también resulta útil. Pero fuera de estos pocos supuestos no parece la herramienta más adecuada.
Llegado a este punto, y echando la vista atrás en la compleja evolución que ha tenido el sistema réflex en sus últimos ochenta años, cabe preguntarse cuál ha de ser su evolución en el futuro. El 3D parece la respuesta obligada pero, antes de introducir algo nuevo, habrá que mejorar lo que ya existe. Si se logra automatizar el uso del zoom y el enfoque, refrigerar el sensor, sistemas de estabilización de la imagen más eficientes o diales de control más silenciosos, podrá suponer un gran punto de partida para que el sistema de vídeo réflex no sea una herramienta para usos muy concretos, sino que pueda ir más allá de la moda, quizás pasajera, en la que ahora nos encontramos.
Fernando Blanco
Fotógrafo y Profesor de Fotoperiodismo en la UVA
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