Being a screenwriter and understanding the profession in the era of platforms
Laura Pousa, guionista y directora del Máster online en Guion de Cine y Televisión de The Core-Entertainment Science School, reflexiona sobre la figura del guionista y su adaptación a los nuevos contextos industriales en general, y el mundo de las plataformas bajo demanda en particular.
Decía Rafael Azcona que “escribir sin que te lo encarguen es una pérdida de tiempo”. Puede que la frase extrañe viniendo de uno de los guionistas más importantes del cine español, pero lo cierto es que cuando una producción audiovisual de ficción se lleva a cabo significa que han intervenido una enorme cantidad de factores. Entre todos ellos, el guion literario es solo uno más; y en la mayoría de las ocasiones ni siquiera el primero. Paradojas de la profesión. Por eso, decidir escribir un guion de ficción sin que nadie te lo encargue es un gesto; una osadía que implica una gran inversión de tiempo; es un acto ególatra de credibilidad en uno mismo; es adentrarse en un abismo creativo y es, ante todo, un ejercicio estético de concreción narrativa televisiva o cinematográfica. Si lo pensamos desde la profesión, escribir un guion pone a prueba nuestra capacidad artística, nuestra intelectualidad y nuestro conocimiento de la industria y del mercado. En definitiva, como decía Azcona, una pérdida de tiempo o dicho de otra manera: pura pulsión y puro amor al arte.
Antes de la llegada de las plataformas a España, había pocos guionistas (…). En cambio, hoy, en tiempos de la post-serialidad, la glocalización o del ‘peak tv’, hemos vivido un cambio de paradigma radical gracias al impacto que el streaming ha producido en nuestras vidas.
Es guionista quien escribe guiones. Aunque la frase resulte una obviedad, escribir es lo que te convierte en guionista. En una industria en constante e imparable transformación en la que todo el mundo tiene ideas, me he preguntado muchas veces qué supone hoy ejercer la profesión. Escribir es el acto central y constituyente del guionista, pero no el único. Hace no tantos años ser guionista de ficción en España era ser una rara avis; era tener un oficio al que se había llegado de una manera fortuita y rocambolesca desde el teatro, el periodismo, la literatura o una vibrante vocación. Era pertenecer a extraños epígrafes de autónomos en la Agencia Tributaria, como el del gremio de los marmolistas o el de los toreros; y consistía en ir abriendo camino en una industria que se construía a base de prueba, éxito y error con el único objetivo de escribir buenas historias y conseguir venderlas.
Antes de la llegada de las plataformas a España, había pocos guionistas, estaban desperdigados y no eran expertos en pitch ni sabían nada de teasers ni moodboards. En cambio, hoy, en tiempos de la post-serialidad, la glocalización o del ‘peak tv’, los guionistas hemos vivido un cambio de paradigma radical gracias al impacto que el streaming ha producido en nuestras vidas. En los últimos años, la producción de proyectos audiovisuales ha crecido exponencialmente a medida que las plataformas internacionales se asentaban en España y aparecían las locales dispuestas a competir. El contenido –ese término cada vez más difuso que lo engloba todo– se expandía, se hacía el rey y con él, los guionistas adquiríamos un nuevo estatus como creadores pasando de ejercer un oficio a tener una ‘profesión cool’ y demandada. Así, en la industria audiovisual española –que hoy por fin tiene un papel clave en la economía y se considera un sector estratégico–, los guionistas hemos dejado de ser almas libres y erráticas para tener contratos regulados, ser showrunners, sentirnos escuchados creativamente e incluso ocupar un pequeño espacio mediático. Incluso podemos hacer huelgas y paralizarlo todo.
In the industria audiovisual española –que hoy por fin tiene un papel clave en la economía y se considera un sector estratégico–, los guionistas hemos dejado de ser almas libres y erráticas.
Es lógico que en este nuevo marco de producción los procesos de trabajo de los guionistas hayan cambiado, se hayan industrializado, estandarizado y profesionalizado gracias a la competencia que ha provocado la internacionalización de los proyectos. Esto no significa que antes no fuéramos profesionales, sino que trabajamos bajo nuevos paradigmas de producción más sofisticados, ambiciosos y complejos. Trabajar hoy en cine o televisión significa formar parte de un tejido industrial que se proyecta a escala global. Y esto es así tanto si hablamos de obras de carácter mainstream as indie o autoral, porque hasta para los márgenes hace falta la industria.
Una nueva era para el mundo del guion
La exigencia de este nuevo contexto de creación y producción ha generado una tipificación de documentos, entregas y presentación de proyectos que inciden directamente en el trabajo del guionista. Idear propuestas; identificar tendencias; conceptualizar y desarrollar historias en diferentes formatos, desde el one-pager al tratamiento; hacer documentos de desarrollo, pre-desarrollo, biblias o dossieres; pitchear, eso que nos convierte por un instante en aprendices de monologuistas. Además, trabajar activamente con productores, directores y otros guionistas, poniendo a prueba nuestras habilidades sociales y de trabajo en equipo. Ya no estamos tan solos. Ahora nuestras capacidades se han expandido, nos han llevado más lejos e incluso saltamos con naturalidad de la ficción a la no-ficción, del mundo scripted al unscripted, de las series a los largos. Es indudable que esta mayor profesionalización también va unida a la existencia de una formación desarrollada en escuelas y universidades que ofrecen enseñanzas especializadas en el ámbito audiovisual, y específicamente en guion. También, en los últimos años, en este nuevo universo lleno de guionistas han surgido incubadoras, mentorings, programas y ayudas de desarrollo, becas con tutorizaciones, residencias artísticas o script camps. Todo ello, además de evidenciar esta nueva competencia profesionalizada a la que antes me refería, da espacio a nuevas voces a partir de la escritura del guion.
Estos nuevos players con los que nos relacionamos son productores o responsables de contenido que apuestan claramente por el desarrollo desde un mayor conocimiento de las tendencias.
Por estos motivos, y con la perspectiva que me dan los veinte años que llevo trabajando como guionista, puedo decir que hoy estamos en una industria más madura, algo menos movediza y que ofrece más certezas. Contamos con un sindicato que protege y vela por nuestros derechos y, a nivel estructural, tenemos interlocutores altamente profesionalizados y experimentados tanto en la producción como en la evaluación y selección de proyectos. Estos nuevos players con los que nos relacionamos son productores o responsables de contenido que apuestan claramente por el desarrollo desde un mayor conocimiento de las tendencias. Aportan valor, músculo financiero y son capaces de incubar proyectos. Las plataformas que, aunque replican en exceso contenidos exitosos, también están dispuestas a escuchar y apostar por reductos innovadores. Las televisiones públicas y privadas buscan su identidad también desde conceptos premium. Surgen otros agentes o foros, como festivales, encuentros o convocatorias que albergan riesgo y nuevas propuestas. Y todo ello enmarcado en un contexto institucional que tímidamente se anima a apostar por la cultura a través de una defensa de la industria local y el impulso de los vínculos internacionales.
Las plataformas, aunque replican en exceso contenidos exitosos, también están dispuestas a escuchar y apostar por reductos innovadores.
En definitiva, la industria que tenemos, y que hemos creado entre todos, permite a los guionistas no solo tener trabajo sino también construir una carrera. Pero cuidado, no podemos olvidar que hoy, igual que antes, ser guionista es mucho más que formar parte de un engranaje de producción o ganar un premio de guion. Ser guionista significa create y, como tal, supone tener una mente creativa, artística y una profesión a la que siempre estará vinculada el riesgo y cierto grado de incertidumbre. Por eso, ser guionista conlleva escribir, lo que te encargan y lo que no te encargan; que tu ordenador esté repleto de proyectos que nunca se harán pero que forman parte de tu crecimiento personal; no ingresar todos los meses pero sí trabajar todos los días. Y lo más importante, ser guionista implica estar vinculado de por vida a una profesión que ama el cine y que, muchas veces, nos lleva a perder el tiempo. Ya lo decía Azcona.
Laura Pousa
Guionista y directora del Máster online en Guion de Cine y Televisión de The Core-Entertainment Science School
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