El director de fotografía Óscar Faura supera el reto de integrar la creación digital y las escenas reales
“Si en ‘Lo imposible’ hubo que aprender a generar un tsunami, en ‘Un monstruo viene a verme’ se trataba de generar un personaje mediante una creación digital y dotarle de emociones”, subraya Faura.
Óscar Faura se alzó con el Goya a la Mejor Dirección de Fotografía por Un monstruo viene a verme, la laureada película de J.A: Bayona, con quien ya había trabajado en Lo imposible y por la que también estuvo nominado a estos premios. Tras recoger el Goya se lo dedicó a su hija Ariadna. Igual de emocionado se mostró el director de la producción al que “por diferentes motivos, le hacía mucha ilusión que me dieran este premio” ha explicado Faura, para el que “trabajar con Bayona supone siempre un reto. Si en Lo imposible hubo que aprender a generar un tsunami, ahora se trataba de generar un personaje mediante una creación digital y dotarle de emociones”.
El reto en esta ocasión era trabajar con partes virtuales y reales y tratar de dar unidad a un compendio de técnicas visuales. “Lo que hicimos fue que todas las secuencias que implicaban al monstruo, que era un personaje digital, las previsualizamos para diseñarlas no sólo con un storyboard, que es lo habitual sino que se creó una animación en 3D para conocer todos los detalles de lo que íbamos a encontrarnos porque lo que implica a nivel técnico y de recursos es mucho. De esa forma teníamos la pauta y lo que nos íbamos a encontrar”.
En esta primera incursión digital, Faura, trabajó con la cámara ARRI Alexa que le dio un excelente resultado. “Tratamos de romper el exceso de realidad que a veces te da el digital utilizando ópticas antiguas o, mejor dicho, ópticas modernas hechas a la antigua”.
Sobre el estudio de animación Headless, que se encargó de las animaciones, Faura explicó que trabajaron “bastante en paralelo y nos cruzamos en el momento en el que el niño se mete en el cuento porque ahí la animación implicaba también rodaje, por lo que tuvimos que coordinarnos y hablar de color y de dirección de luz para que el niño estuviera bien integrado”.
No todo fue fácil en el rodaje, ya que al realizarse gran parte en Manchester, las condiciones atmosféricas fueron un poco complicadas por el viento, especialmente en la localización del cementerio.
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